24 abril, 2006

La esquina de Encalada y El Progreso


Todos hemos sentido miedo alguna vez. El que aquí les traigo a cuento es uno que me sucedió hace algunos días, pero que tiene el agravante de que mi encuentro con ese "miedo" es inevitablemente diario. Se trata de la esquina de las calles La Encalada y El Progreso, a pocas cuadras de mi casa, en S...A... Está justo en una "esquina" pintado de azul bajo una luz amarillenta del alumbrado público que le hace tornadizo al azulino eléctrico. No sé por qué extraña razón sucede pero estoy convencido de que se trata de un miedo recóndito que proviene quizá de los mismos orígenes del hombre. A eso de las 9 de la noche, cuando salgo de mi trabajo para dirigirme a mi departamento, el bus me deja a pocos metros de la esquina que está a su vez a unas cuadras de mi casa. Inevitablemente tengo que pasar por ella. Como ocurre generalmente en estos casos, el clima o la atmósfera de alrededor juega un papel determinante. Las calles sumidas en la penumbra, con huecos de luz espaciados, donde su haz asoma tímidamente, el silencioso discurrir de las cosas, el presentimiento vago de lejanas almas que en esos momentos, al igual que uno, se deslizan por el pavimento con apagado ánimo: todo ello contribuye a crear ese microclima especial. Y de pronto me encuentro ahí, siguiendo el apagado movimiento monótono de mis piernas, acercándome paso a paso a "ella" que a su vez se encuentra "ahí", en la esquina, esperando quizá verme pasar, con igual resignación que la que yo llevo. Y mientras me acerco y mientras veo pasar por el rabillo de los ojos mil ladrillos que se multiplican a mi paso y se rasgan borrosamente hasta el infinito, y mientras el presentimiento de su proximidad va creciendo hasta hacerse nítida, me llega como de golpe un viento frío abismante como si con el muro se acabara también el mundo. Luego de caminar esos pocos metros que me distancian del filo de la pared, doblo hacia a la derecha camino a mi departamento. Sin embargo, el temor se hace fuerte antes cuando pienso que alguna presencia se encuentra apelmazada oculta al borde de ella como si tuviera aviesas intenciones. ¿Temor al hombre? No lo podría afirmar, pero no sería en rigor exacto, pues el mío es un temor a algo indefinible, lejano, cuyas reminiscencias apenas recuerdan al hombre.

2 Comments:

At 2:20 p. m., Blogger El Blog de los Blogs said...

Hola!
temor? Que maravilloso es el temor. Nos recuerda que somos seres humanos, que tenemos limitaciones, que somos algo más allá de los físico y sobre todo nos desafía a superar esos miedos. Sin temor, no existirían los valientes.
Salu2
Te agregué a las visitas
Caro

 
At 9:01 p. m., Blogger edgardsulca said...

Respuesta.

Sabes, Caro, tu saludo ha sido mi engreimiento.

Gracias por tus palabras, muy inteligentes.

Un seguro seguidor,

Caspita.

 

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